Vuelve la playa, las montañas, las flores, los smothies, los gazpachos, vuelve el verano, y con él, las radiaciones solares. Éstas producen efectos tanto beneficiosos como perjudiciales en nuestro cuerpo: desarrollan un efecto positivo a nivel psicológico y favorecen la síntesis de vitamina D, pero al mismo tiempo, pueden provocarnos daños visibles (como eritemas y quemaduras) e invisibles y más peligrosos (a nivel de ADN).
Los mecanismos de defensa propios de nuestra piel frente al sol NO son suficientes para evitar daños. Por lo que es indispensable que lo complementemos con fotoprotectores solares tópicos y de administración oral combinados con gafas de sol, sombrero y sombrilla.
Los protectores solares conservan la función barrera de la piel y no solo los necesitamos en días de sol y cerca del verano, es imprescindible protegernos siempre, incluso en días nublados, ya que la radiación es capaz de atravesar las nubes. Un fotoprotector solar es eficaz si se utiliza adecuadamente: se pone la cantidad adecuada, se cubre todas las zonas, se pone en casa 30 minutos antes, cada 2 horas y después de cada baño. También, es importante saber que un mismo protector solar puede no ser apto para todos los miembros de la familia.
En general, cuanto más blanca sea nuestra piel, mayor FPS tenemos que elegir. Pero ¿qué es este FPS? Es el Factor de Protección Solar. ¿Y qué significa? ¿Hace referencia a cada cuántos minutos tengo que aplicármelo? No. ¿Significa que cuanto más FPS más cantidad me tengo que poner? No. El FPS es un numerito y éste nos indica el número de veces que el fotoprotector aumenta la capacidad de defensa natural de la piel frente al enrojecimiento previo a la quemadura. Es decir, si sin crema tardamos dos minutos en quemarnos, con un FPS del 30 tardaríamos unos 60 minutos. Así pues, existen cuatro categorías según FPS: «baja» (6-10), «media» (15-25), «alta» (30-50) y «muy alta» (50+).
A diferencia de la vía tópica, la protección solar oral no actúa como función barrera de la piel. Ésta en cambio, es capaz de retrasar la aparición de eritema, prevenir el foto-envejecimiento cutáneo y disminuir o reparar los daños causados por los rayos que consiguen traspasar la barrera de la crema. Por ello, es importante reconocer que es un complemento y no un sustituto de la protección tópica. Pero ¿Qué debería de tener un buen fotoprotector solar? Cuatro cosas, simplemente:
Carotenos. Los más importantes son los betacarotenos, dado que estos nos ayudan a prevenir las quemaduras. No están indicados en personas fumadoras, embarazo o lactancia. El licopeno y la luteína también son importantes. Ambos son carotenos, están presentes en las frutas y verduras y tienen poder antioxidante.
Vitaminas y Minerales: Las vitaminas C,E,D, B y el Selenio nos protegen y reparan el ADN del daño causado por radiaciones.
Polifenoles: Algunos compuestos fenólicos del Polypodium leucotomos, catequinas del Te verde y polifenoles de la uva negra muestran poder antioxidante.
En función de la finalidad que queramos perseguir, elegiremos unas u otras según su composición. Por ejemplo, si buscamos un bronceado, debemos elegir cualquier opción que contenga betacarotenos. Pero si lo que buscamos es protección descartaríamos las que solo llevaran betacarotenos (dado que para un efecto protector deberíamos de tomarlas en mayo para que nos hiciera efecto en agosto). Que contengan vitaminas no sería algo imprescindible ya que lo podríamos conseguir a través de una buena planificación nutricional. Sería importante también que nos aporten polifenoles, y mejor, si van asociados entre ellos para conseguir un efecto sinérgico.